Como siempre, hemos empezado arrollando, hemos querido acabar el partido antes de empezarlo y, como siempre, hemos quemado nuestras naves demasiado pronto y luego no hemos sabido defender la réplica rival.
El Sevilla ha sido mejor en el inicio, ha dominado el centro del campo, ha tenido a ese jugador capaz de moverse entre líneas (José Carlos) y ha dispuesto de las mejores ocasiones, pero hoy eso, tampoco ha servido.
Después de ese esfuerzo, de ese ímpetu, de esa salida arrolladora, el equipo ha demostrado sus carencias y ha vuelto a ver como un equipo cualquiera, un equipo que al final peleará por el descenso, le basta mantener el orden para llevarse el partido.
El Sevilla que vemos en las segundas partes, es un equipo sin ideas, ansioso, desdibujado. Un equipo que no sabe a qué juega y que cree que lanzando balones al área sin ningún sentido, será capaz de llevarse los tres puntos.
Además de eso, el míster no es capaz de cambiar la dinámica al hacer los cambios, con el agravante que los jugadores de los que dispone en el banquillo, no tienen nada que ofrecer que mejore lo que hasta entonces había.
Esta es la realidad. El equipo no da más de sí y el entrenador no sabe qué hacer y para colmo, seguimos leyendo que este es el equipo más grande que el Sevilla ha tenido.
Llevamos ya 5 derrotas seguidas y lo peor es que en los próximos días tenemos dos partidos que, a diferencia de lo que sucede en al Liga, son decisivos para el devenir de sus competiciones.
Hoy es un día difícil, un día para el olvido, pero el problema es que en el horizonte no se atisba solución.
Perdonad que siga por esta línea tan pesimista, pero es que tras lo visto hoy en el campo, me es difícil pensar que con este equipo, empezando por el que lo dirige, podamos llegar al objetivo que nos marcamos a principio de año.
Quizá es hora, aunque algunos pienses que todavía es pronto, de empezar a asumir que los puestos de Champions están ya muy lejos y trabajar por objetivos más humildes.