Venía dandole vueltas, desde que salí del campo, para ver como le iba a dedicar este post a Javi Varas. Pero gracias a la RSS me llegó un artículo de unos de mis blogs favoritos, Diarios de Fútbol y no he podido resistirme a compartirlo con vosotros.
El titulo es el mismo del post y está escrito por Borja Barba:
«Dicen que los deseos son más valorados al conseguirlos cuanto más tiempo se han anhelado. Los deseos de Javi Varas (Sevilla, 1982) permanecieron durante mucho tiempo germinando, casi tanto que parecía imposible que algún día pudiesen llegar a cumplirse. La oportunidad llegó tarde (no debutó en Primera hasta los 26 años), pero acabó llegando.
Habían quedado atrás no pocas penurias, un buen número de incómodas e inoportunas dudas, rodillas abiertas en campos de tierra y lunes de caderas entumecidas. Nada que cualquiera que haya probado suerte en cualquier modesta portería de equipo de pueblo o de barrio no haya experimentado nunca. En la noche del Camp Nou, ante el mejor equipo del planeta, ante la ofensiva más variada y efectiva del mundo, Javi Varas fue creciendo conforme pasaban los minutos y su equipo se iba viendo encajonado en torno a su área. Y creció y creció hasta hacerse enorme, gigantesco. Vestido de llamativo amarillo, su figura parecía agrandarse a cada balón imposible que repelía y cada ocasión que desmantelaba. La prueba final llegó con el penalti a favor del Barça en el minuto 91. Y Varas, a estas alturas del choque ya descomunal, acertó. Se lanzó hacia su lado izquierdo, el lado natural para el lanzamiento de Messi, y detuvo el intento del argentino. Nada iba ya a enturbiar la gran noche de su carrera. Ha tenido que esperar hasta los 29 años, una edad a la que no pocos futbolistas comienzan ya un evidente declive, para ver reconocida su valía de manera incondicional. Un chico modesto, humilde de los de verdad, de los que han tenido que serlo durante muchos muchos años y a una edad a la que otros ya son héroes nacionales para poder alcanzar sus deseos, aquellos que comenzaron a germinar, años atrás, sobre el albero de cualquier campucho sevillano.»