Podríamos decir, que la Europa League ganada el año pasado, se consiguió gracias a la sensación de que ningún resultado, ni siquiera un 0-2, podría parar a un equipo en su afán por recuperar «su» Copa.
Daba igual el rival, no importaba el resultado de ida, ni un resultado adverso cuando ya parecía que nada se podía hacer. El Sevilla y sobre todo el sevillismo, creía.
Y a medida que iban pasando eliminatorias, tandas de penalties, goleadas, e incluso goles de infarto en el tiempo añadido, esa sensación de fe, de sentirse imparable, iba en aumento.
Y así, después de dejar en la cuneta a equipos considerados favoritos, el Sevilla, el sevillismo y la casta y el coraje de ambos, gritamos al cielo al ver a nuestro capitán levantar una Copa que nos pertenece.
El jueves el equipo vuelve a enfrentarse a un partido crucial en esta nuestra competición, un partido que necesitará de la creencia, convencimiento y fe de todos los que sentimos ese escudo en el pecho y para que los jugadores empiecen a empaparse, a sentir que con esa camiseta pueden tornarse invencibles, los Biris, los Guardianes de Nervión, han ido hoy a despedirlos al aeropuerto, antes de partir hacia la fría Rusia.
Y nada mejor contra el frío que el calor de tu gente.
Y ya sabemos de qué somos capaces si vamos todos a una, unidos, con un sólo objetivo: VOLVER A SER CAMPEONES.